viernes, febrero 24, 2012

El estrés, la crisis mundial y la política


El estrés, la crisis mundial y la política. Nadie se libra de él. El stress, como es bien sabido, es necesario para las supervivencia normal del ser humano (sin obviar al resto de especies). Es una respuesta natural del organismo ante variadas situaciones que puedan presentarse al animal social. Pero, cuando estas situaciones son difíciles de manejar, el individuo entra inexorablemente en una suerte de inestabilidad que, de no amainar, puede conducirle a muy serios problemas de salud.
La crisis sistémica que padece el planeta conlleva en general, entre otras desgracias, un incremento galopante del desempleo. Lo cual, en un proceso de retroalimentación incesante, significa, para los parados y sus familias, una bajada de calidad de vida/una caída  en la autoestima y el nivel de felicidad/un padecimiento (somatización incluida) psicofísico de tal mayúsculo problema/una bajada de calidad de vida…. 
Por añadidura, los menos desfavorecidos ante la crisis, los que aún conservan su empleo, también han entrado usualmente y dependiendo de la solución adoptada por los respectivos gobiernos, en un estado de estrés sobredimensionado. A la incertidumbre de si incrementarán o no la cifra de parados, se unen unas medidas de fuerte castigo,  sobre todo en ciertos países cuyos gobiernos pretenden bajar el porcentaje de desempleo reduciendo derechos y sueldos a los trabajadores. En este sentido, España y sus gobernantes PP y Rajoy, emergen como líderes indiscutibles de un ultra conservadurismo que, siendo en esencia el pirómano de la crisis mundial, ahora, con la misma medicina pero a mayor dosis, pretende hacer de bombero. Para apagar el fuego, más fuego.
Como complemento de todo ello, los últimos acontecimientos relativos a las manifestaciones públicas de jóvenes estudiantes, no son precisamente la mejor terapia para un país que, estresado de manera superlativa, necesitaría en estos momentos más solidaridad y menos egoismo de los poderosos y, en suma, una distribución del coste de la crisis proporcional a los niveles adquisitivos de los ciudadanos. Así, la política, podría aminorar, no incrementar, el nivel de tensión, de estrés, de los ciudadanos. Porque pagamos a los políticos para que nos hagan más felices, no infelices.