viernes, junio 28, 2013

El desatasco socialista pasa por la dimisión de Rubalcaba

La izquierda española, hoy como ayer, es divisible en dos grandes segmentos no necesariamente iguales: el centro izquierda, otrora mayoritario y hoy no, muy probablemente producto del azote social de la crisis y sus agentes políticos; y el radical, esto es, no extremista como machaca la propaganda reaccionaria, sino identificado ideológicamente con la esencia más genuina de la democracia profunda y, por ende, con la igualdad en libertad. Esta izquierda radical, en nuestros días y en España (como en otros países), parece que va poco a poco avanzando y acercándose a un posible (e incluso relativamente probable) sorpasso.

Pero, hay algo, ahora y aquí, en que al menos sí coincide la gran mayoría de integrantes de estos dos segmentos progresistas: que las formaciones que representan a este inmenso electorado deben reunirse para pactar el proceso que lleve -tras las urnas- a un gobierno de clara intención rupturista. Una nueva mayoría natural que, para empezar y de manera urgente, revoque todas y cada una de las acciones que Rajoy y su equipo han propiciado que España sea ya una sociedad altamente desmoralizada e irritada. Por cierto y bien importante, para ello habrá que contar inexorablemente con los movimientos ciudadanos que están dejando muestra en la calle, pacífica, legal y legítimamente, del descontento social. 

El PSOE liderado por Alfredo Pérez Rubalcaba está atascado, por mucho que el buen hacer retórico de dicho número uno quiera aparentar lo contrario. Las encuestas, unas y otras, de distinta y variada procedencia, coinciden en el rechazo mayúsculo de Rubalcaba entre la ciudadanía progresista (y, claro, entre la conservadora) y asimismo en la paralización -décima arriba, décima abajo- de la centenaria formación socialista en unos resultados electorales desastrosos. 

Que el actual secretario general del PSOE está en su derecho de seguir, de acuerdo con los estatutos de su partido, sin duda.  Pero no imagino, conociéndole, que esté pensando -en estos momentos- en otra cosa que no sea irse. Porque le tengo por inteligente y, al menos hasta ahora, por listo (todo es susceptible de cambiar). Aunque nunca me haya identificado exactamente con su manera de entender el socialismo, en clave de un centro-izquierda muy moderadito. Y es que, o Rubalcaba fuerza con su salida un punto de inflexión en su partido y en toda la izquierda, o el PP (con la ayuda de otros partidos) podría seguir gobernando tras las próximas (no inminentes) elecciones. 

Tiene la palabra Alfredo Pérez Rubalcaba. O las bases del PSOE...




viernes, mayo 10, 2013

Por un nuevo cambio

Cuando, en la segunda mitad de la década de los 70 del siglo pasado, España comenzó a mejorar de la horrible enfermedad que el virus fascista rebelde produjo durante las cuatro décadas anteriores, se dibujaba así una magnífica perspectiva de libertad y democracia. Ciertamente, dependiendo del celebérrimo color concreto del cristal con que se analizase el futuro, la opinión acerca del tiempo de consecución de tan encantadora pareja de conceptos y de la intensidad misma de éstos, difería y no poco en la gran variedad de partidos políticos de aquellos principios.

No obstante, con sacrificios (sobremanera en la izquierda) en los programas de esa pluralidad de formaciones políticas que pretendía representar a la ciudadanía, se dio con muchas dificultades una denominada transición relativamente pactada. La cual nos situó ya en los inicios del siglo actual en unas coordenadas con mínimos aceptables (que no maravillosos ni mucho menos). Por definirlo de modo sucinto, la derecha cedió en la puesta en marcha del Estado de Bienestar, mientras la izquierda cedía en la asunción cotidiana del paradigma de producción capitalista.

Con las naturales diferencias de ideología y eficacia, así como con bastantes desengaños, los gobiernos consecutivos de UCD, PSOE y PP, desde aquellos albores democráticos hasta el 10 de mayo de 2010 (día de la rendición del presidente Rodríguez Zapatero ante el capitalismo especulativo), produjeron una España presentable en términos comparativos internacionales. Si bien, a años luz -como el resto del mundo- de una sociedad plenamente libre, igualitaria y por tanto democrática con mayúsculas.

Las debacles electorales del PSOE en 2011 demostraron la sin razón de aquella última etapa del gobierno Zapatero. Que fue aprovechada por el PP y Rajoy para conseguir una victoria con mayoría holgada, tanto en las municipales y autonómicas (con alguna sorpresa negativa para los conservadores) como en las generales. Y, muy importante, con sendos programas (fundamentalmente para los comicios en que se ponía en juego el inquilino de Moncloa) que, en general, cantaban todo lo contrario de lo que hoy ponen en práctica distintos gobiernos del PP, y singularmente el central.

Así, el PP de Rajoy, y sus sucursales a lo largo y ancho del país (con muy ligeras matizaciones en algún caso concreto), caretas quitadas y sin rubor alguno, han elevado a la enésima potencia el desatino del comentado lamentable final de Zapatero. Tan palmario es el caso que, entre PP y PSOE, han reventado el bipartidismo. ¿No hay mal que por bien no venga?

Dicho todo lo cual, parece meridianamente claro que los pacíficos movimientos sociales actuales, válvula de escape de esta sociedad maltratada, no van precisamente -al menos en su gran mayoría- por propiciar más derecha, y con ello, menos derechos, más recortes y desigualdad, más ruina y, por ende, menos libertad real (no formal), menos democracia real.

De manera que no es de recibo que, diecisiete meses después de gobierno PP con las consecuencias descritas, la izquierda no haya sido capaz de articular una oferta conjunta a la ciudadanía que lleve más ilusión en principio, y más felicidad finalmente, a millones de personas en verdad desmoralizadas y llorando por todo lo destruido en este año y medio: buena parte de lo hecho entre tod@s en tres décadas y media.

Si en 1982, el PSOE arrasó ¨por el cambio¨, aquí y ahora y con circunstancias dramáticamente bien distintas e incluso en gran medida peores, es la izquierda amplia la que debe impulsar un nuevo cambio. Basado en la voluntad de tanta gente deambulando y manifestándose en sus casas, trabajos (quienes los tengan), corrillos, tertulias y, fundamentalmente y de manera civilizada, en las calles. Porque no hay urnas sin gente, y la gente es esta, sin olvidar y respetando a una minoría que está dispuesta a tragar -aún padeciéndolo- a este PP políticamente descentrado.

viernes, marzo 01, 2013

Imágenes y tendencias electorales

Como ya tengo documentado y vengo escribiendo desde hace años (con el basamento de una ingente cantidad de cualificada investigación empírica internacional, en la que he colaborado), la credibilidad es factor esencial de la imagen o percepción que la ciudadanía tiene de los políticos y sus partidos. En general, la credibilidad está situada por encima de la atracción y el poder, los otros dos factores que, con el anterior, saturan en buena medida el concepto de imagen en política.

Dicha credibilidad, a su vez, se compone de tres subfactores: capacidad (o competencia o preparación), fiabilidad ética y eficacia social. Y, ciertamente, entre estas tres variables pueden existir varias mezclas susceptibles de arrojar un resultado mejor o peor que, típicamente, influye en el voto final ciudadano en unos comicios dados.

Así, puede ocurrir que un líder y/o su partido tengan una imagen pública de poco preparados, pero altamente fiables y eficaces para la sociedad, y en este caso parece muy probable que el resultado final les favorezca. O bien, que la preparación se perciba alta pero bajas la fiabilidad y eficacia, con cómputo final a buen seguro negativo. O incluso preparación y eficacia altas y fiabilidad ética baja, con resultado nada claro, dependiendo de la idiosincrasia del público potencial de dichos partido y candidat@. Análogo resultado incierto parece perfilarse de una combinación con preparación y fiabilidad altas, y eficacia baja. Hay más combinaciones posibles, obviamente. Pero, sin duda alguna, hay una mezcla negativa que parece darse, aquí y ahora, en el caso tanto del PP como del PSOE.

En efecto, el partido en el gobierno de la nación, aun con algun@s ministr@s con competencia baja en la percepción pública, en conjunto parece ser un equipo percibido como preparado. Pero también con fiabilidad ética y eficacia social muy bajas, en términos de esa imagen pública. Y resultando lo que muestran todas las encuestas: mal, muy mal para el PP.

En cuanto al PSOE, salvada la preparación globalmente, la fiabilidad ética y la eficacia social están aún a la baja ( pero mucho menos que el PP, para un importante público de centro dubitativo en su voto o incluso en si ir a votar en su momento o no), sobre todo por el influjo del último año y medio de gobierno de Rodríguez Zapatero. La aparición y consolidación de UPyD puede captar a este público de ideología centrista y sin voto definido al día de hoy. A su izquierda, el PSOE pierde poco a poco a manos de IU, si bien la timidez de esta coalición para asentarse sin complejos -y con todas sus consecuencias- como alternativa real al PP, pone sordina a tal trasvase de votos.

Este es el panorama general. Y la tendencia que se observa es la de empeorar en el caso del PP (especialmente ahora con la percepción pública de mentira tras mentira, presunta corrupción, y la perspectiva de retroceso económico en 2013 augurado desde Bruselas), y la de mejorar muy poco, intrascendentemente, en el caso de un PSOE prisionero además de sus batallas internas.

Por tanto, aparece de modo prominente una hipótesis doble y de contrario resultado: si el gobierno PP logra reducir claramente el paro e impulsar la economía, preveo que muchos (¡no todos!) de sus recientes electores en las generales disculparían sus mentiras y presunta corrupción; pero si no es así, si paro y economía continúan en números alarmantes -que es lo más probable al menos en un par de años- la difuminación conservadora está cantada. Con su única esperanza: que el PSOE siga hibernado y la izquierda troceada. Y, perdiendo seguro la mayoría absoluta, conseguirla nuevamente pactando después de las elecciones, como siempre, con los nacionalistas conservadores. ¿Y con UPyD?

A ver. Porque entiendo muy improbable que, con esta ruina social con tendencia a empeorar, el PP pueda aguantar toda la legislatura la legítima y legal presión de la calle, de los ciudadanos indignados y asqueados. Sobre manera porque, de esta guisa, los sacrosantos parámetros económicos (siempre cobardes ante estas algaradas) irían a pique. Y alguien susurraría a alguien al oído...