Como puede contrastarse, el 10 de marzo del corriente, en este mismo blog, publiqué una entrada que titulaba "Rebelión para no morir" en la que, entre otras cosas, decía que "cuando los ciudadanos entienden que están siendo atacados por aquell@s en quienes han delegado el poder, pueden rebelarse, sin duda alguna. Uno de los métodos es el no votarles en la siguiente oportunidad, e incluso votar a quien más daño les haga. Y otro, que no invalida el anterior, echarse civilizadamente a la calle" (por tanto, legal, legítima y democráticamente, claro). Asimismo, el posterior 1 de abril, escribí sobre "La inminente soledad del PP", pronosticando el aislamiento parlamentario y social en el que hoy ha caído. Por añadidura y al hilo de estos comentarios y otros en la misma línea, he venido solicitando -y razonando en mi petición- la necesidad de un adelanto electoral para que los ciudadanos decidan acerca de esta auténtica ruina social gestionada por el actual gobierno PP.
Pues bien, la ciudadanía, de manera incluso ideológicamente variopinta, en sus manifestaciones y concentraciones públicas clama de manera clara y contundente que no está dispuesta a aguantar la galopante pérdida de calidad de vida y de derechos desatada por Rajoy y sus correligionarios. Así, no es nada arriesgado predecir, sobre todo a raíz de la armonización de más de doscientos diversos colectivos en la recién estrenada "cumbre social", que el 15 de septiembre, y parece que en octubre con una huelga general, una mayoría muy importante de los ciudadanos de España mostrará una vez más a los dirigentes del país su inquebrantable opinión contra la política ultra conservadora que se aplica.
Esto, a mi modo de ver, puede tener -entre otras- varias consecuencias inmediatas:
La primera, absolutamente ineficaz como lo es pretender curar una infección con un analgésico, sería una remodelación del gobierno de la nación. Si el actual está técnicamente abrasado, el que le sustituyera correría la misma suerte en pocos meses. Porque los motivos para que los ciudadanos estén literalmente indignados, no desaparecerían, sólo se cambiaría a los gestores del mismo caos.
La segunda posible consecuencia de la presión legítima, civilizada, democrática, de la calle, sería la convocatoria de un referéndum que, como recoge nuestra Constitución, significa, en tanto que democracia semi-directa, un complemento de la democracia representativa, y por ello, una auténtica profundización de la democracia. En dicho referéndum se podrían incorporar varias preguntas a los ciudadanos, con posible respuesta en la modalidad "escala tipo Thurstone", esto es, dados varios predicados (tantos como temas a consultar), contestar respectivamente si se está o no de acuerdo con sendos SÍ o No.
La tercera consecuencia posible es la de adelantar las elecciones generales. Este camino, puede que el menos apetecido por el gobierno, sin embargo parece que podría ser un mal menor para el partido que lo sustenta, en tanto que, cuanto más tarde sean convocados dichos comicios, mayor pérdida de escaños tendrá el PP. Quizás, incluso probablemente, con un suelo superior al del PSOE (sus respectivos electorados, en general, no funcionan igual) pero en todo caso con una vía de desafecto paulatino que podría dejar al PP maltrecho para varias legislaturas. Además, esta solución podría muy bien ser una continuación lógica de la segunda, el referéndum.
En política, nada es fácil. Y menos en la situación mundial de nuestros días. Pero un buen polític@, ante un problema enorme, debe elevarse, pensar en los ciudadanos y decidir en consecuencia. Cuanto antes, mejor para todos.