martes, diciembre 25, 2012

Enésimo aviso a la izquierda española

El contrastable retroceso social en nuestro país, sin parangón en los últimos treinta y cinco años, está propiciado fundamentalmente por:

a) Una monumental crisis mundial del sistema capitalista -sólo comparable a la de 1929- inducida sobremanera por los excesos del capitalismo financiero-especulativo.

b) La gestión ultraconservadora del Gobierno del PP en el último año, en las antípodas de su programa electoral prometido. Sin olvidar, pero a años luz de esto último, la gestión del Gobierno PSOE en su año y medio final, ciertamente impropia de un partido socialista.

Para paliar este sombrío panorama, por tanto, es obvio que hace falta un nuevo proyecto político-social que, inexorablemente, pasa por la activación e implicación de la mayoría política natural del planeta democrático (en clave claramente progresista, con sus diferentes intensidades). Y con ello, la internacionalización de una izquierda política que sea capaz de ponerse de acuerdo para ofrecer a la inmensa ciudadanía mundial una nueva ilusión reconocible como alcanzable a corto/medio plazo.

En España, así las cosas, dicha armonía de partidos progresistas depende esencialmente (no sólo, sobre todo atendiendo a los nacionalismos de izquierda) de PSOE e IU.

Pero, las diversas peripecias de estas dos formaciones aquí y ahora, dibujan muy borrosamente esa imprescindible convergencia en las líneas definitorias de ese mentado socialismo purificador. En el PSOE, porque parece de sentido común que los protagonistas en primera línea de los últimos dieciocho meses del Gobierno de Rodríguez Zapatero no deben ser los mismos para la superación de este nefasto período. En IU, porque la lucha soterrada entre el PCE (nota predominante de la formación) y la recién nacida Izquierda Abierta liderada por Gaspar Llamazares, no parece que ofrezca un buen caldo de cultivo para edificar una nueva alternativa al actual precipicio al que se asoma el estado español.

Lo más importante de todo, sin embargo, es que si de la política formal no se  decanta la solución, será la informal (y no por ello ilegítima), la de los movimientos ciudadanos no ligados (o al menos, no excesivamente) a los partidos la que marque el camino para una nueva era democrática y solidaria. Para renovar e incrementar incluso la calidad de vida de la ciudadanía, en suma. A ver...