El concepto benigno y refinado (que no tergiversado) de democracia hunde sus esencias y raíces en la cultura misma del ser humano desarrollado. Y cuando hablo de desarrollo, naturalmente no me refiero al económico, sino al mental, que es el que realmente distingue al animal social y civilizado del animal irracional.
No hace falta ser seguidor incondicional de Marx para cerciorarse de que la historia del mundo habitado por los humanos, en términos funcionales, viene a ser en general la crónica de una continua lucha entre clases sociales. Otra cosa es que no guste utilizar esta terminología, sobre todo cuando se está en el lado de los que atesoran más riqueza material. Por eso, la cultura dominante, la capitalista, aunque se esconda bajo el manto de denominaciones eufemísticas (verbigracia, "economía de mercado"), se ha encargado de arrinconar la teoría general del marxismo como si fuese una apestada contaminante, cuando en realidad es, así lo entiendo, una referencia inicial inexcusable, no completa, añado, de cualquier análisis mínimamente riguroso de esta sociedad planetaria.
Pero, el planteamiento marxiano quizás no entre con decisión en que poseer esa mentada riqueza material, no necesariamente ha de instalar a las personas en una clase social opresora. Como queda patente con la aparición de las clases medias, en lo que buena parte de Europa ha sido un magnífico ejemplo. Aunque ello tampoco invalida, al menos en términos generales, la aseveración del histórico Marx.
Esta alusión al demonizado autor, viene a cuento de que su lucha de clases parece que está rebrotando, con inusitada velocidad además, en las coordenadas actuales del mundo -incluido el calificado como desarrollado, naturalmente-. La actual crisis sistémica (probablemente, desde mi punto de vista, la crisis precipitadora de un no lejano cambio de paradigma) es axiomática de ello. Ahora, como otra veces en la historia del animal social, se observa esa ruptura abrupta del consenso entre clases y, con ello, esa paulatina quiebra de las estratégicas clases medias. Que pronto, en gran medida, parece que estarán más cercanas a la categoría de clases bajas, si bien no en todos los casos con la misma intensidad.
En este sentido, parece de sainete, en verdad, que gobiernos elegidos democráticamente por los ciudadanos en razón de un programa, cuando ejecutan éste lo traduzcan en todo lo contrario de lo prometido, retorciendo así derechos históricos, diezmando los pilares del estado de bienestar que habían dado como intocables, y reflotando (con los impuestos de los propios ciudadanos) a los grandes depredadores financieros que en realidad ordenan este mundo cada vez más desigual. Esto puede ser la antesala de un imparable movimiento social que, legal y civilizadamente, intente con sus votos y manifestaciones defender su nivel de vida y sus principios. Se trata, nada más y nada menos, que de retomar la senda de la democracia real, esto es, subsanar las grandes fallas de una democracia que, siendo formalmente impecable, está muy lejos de lo que los humanos -en su mayoría aplastante- queremos darnos. Porque los políticos se supone que están para alcanzar el bien común, no el de unos cuantos que, por añadidura, son ya los más favorecidos.
Todo tiene un límite en la vida de cualquier especie, incluida la nuestra. Y tengo la fuerte impresión de que se están bordeando las líneas rojas que marcan ese límite. Los ciudadanos no damos un cheque en blanco a nuestros representantes para que nos castiguen con su acción gubernamental, política. Quien piense así, creo que tiene una importante tara democrática, no sabe bien lo que significa este hermoso concepto, por mucho que traduzca el griego.
Por todo lo antedicho, me parece palmario que se está ensanchando la zanja que divide a las clases en sociedad. Y, como ya avisaba Galbraith, este es un peligro latente que un día puede darnos un disgusto. Volvamos a afinar en democracia, será mejor para tod@s. Retomemos la democracia.
Todo tiene un límite en la vida de cualquier especie, incluida la nuestra. Y tengo la fuerte impresión de que se están bordeando las líneas rojas que marcan ese límite. Los ciudadanos no damos un cheque en blanco a nuestros representantes para que nos castiguen con su acción gubernamental, política. Quien piense así, creo que tiene una importante tara democrática, no sabe bien lo que significa este hermoso concepto, por mucho que traduzca el griego.
Por todo lo antedicho, me parece palmario que se está ensanchando la zanja que divide a las clases en sociedad. Y, como ya avisaba Galbraith, este es un peligro latente que un día puede darnos un disgusto. Volvamos a afinar en democracia, será mejor para tod@s. Retomemos la democracia.