domingo, mayo 27, 2012

Retomar la democracia

El concepto benigno y refinado (que no tergiversado) de democracia hunde sus esencias y raíces en la cultura misma del ser humano desarrollado. Y cuando hablo de desarrollo, naturalmente no me refiero al económico, sino al mental, que es el que realmente distingue al animal social y civilizado del animal irracional.

No hace falta ser seguidor incondicional de Marx para cerciorarse de que la historia del mundo habitado por los humanos, en términos funcionales,  viene a ser en general la crónica de una continua lucha entre clases sociales. Otra cosa es que no guste utilizar esta terminología, sobre todo cuando se está en el lado de los que atesoran más riqueza material. Por eso, la cultura dominante, la capitalista, aunque se esconda bajo el manto de denominaciones eufemísticas (verbigracia, "economía de mercado"), se ha encargado de arrinconar la teoría general del marxismo como si fuese una apestada contaminante, cuando en realidad es, así lo entiendo, una referencia inicial inexcusable, no completa, añado, de cualquier análisis mínimamente riguroso de esta sociedad planetaria.

Pero, el planteamiento marxiano quizás no entre con decisión en que poseer esa mentada riqueza material, no necesariamente ha de instalar a las personas en una clase social opresora. Como queda patente con la aparición de las clases medias, en lo que buena parte de Europa ha sido un magnífico ejemplo. Aunque ello tampoco invalida, al menos en términos generales, la aseveración del histórico Marx. 

Esta alusión al demonizado autor, viene a cuento de que su lucha de clases parece que está rebrotando, con inusitada velocidad además, en las coordenadas actuales del mundo -incluido el calificado como desarrollado, naturalmente-. La actual crisis sistémica (probablemente, desde mi punto de vista, la crisis precipitadora de un no lejano cambio de paradigma) es axiomática de ello. Ahora, como otra veces en la historia del animal social, se observa esa ruptura abrupta del consenso entre clases y, con ello, esa paulatina quiebra de las estratégicas clases medias. Que pronto, en gran medida, parece que estarán más cercanas a la categoría de clases bajas, si bien no en todos los casos con la misma intensidad.

En este sentido, parece de sainete, en verdad, que gobiernos elegidos democráticamente por los ciudadanos en razón de un programa, cuando ejecutan éste lo traduzcan en todo lo contrario de lo prometido, retorciendo así derechos históricos, diezmando los pilares del estado de bienestar que habían dado como intocables, y reflotando (con los impuestos de los propios ciudadanos) a los grandes depredadores financieros que en realidad ordenan este mundo cada vez más desigual. Esto puede ser la antesala de un imparable movimiento social que, legal y civilizadamente, intente con sus votos y manifestaciones defender su nivel de vida y sus principios. Se trata, nada más y nada menos, que de retomar la senda de la democracia real, esto es, subsanar las grandes fallas de una democracia que, siendo formalmente impecable, está muy lejos de lo que los humanos -en su mayoría aplastante- queremos darnos. Porque los políticos se supone que están para alcanzar el bien común, no el de unos cuantos que, por añadidura, son ya los más favorecidos.

Todo tiene un límite en la vida de cualquier especie, incluida la nuestra. Y tengo la fuerte impresión de que se están bordeando las líneas rojas que marcan ese límite. Los ciudadanos no damos un cheque en blanco a nuestros representantes para que nos castiguen con su acción gubernamental, política. Quien piense así, creo que tiene una importante tara democrática, no sabe bien lo que significa este hermoso concepto, por mucho que traduzca el griego.

Por todo lo antedicho, me parece palmario que se está ensanchando la zanja que divide a las clases en sociedad. Y, como ya avisaba Galbraith, este es un peligro latente que un día puede darnos un disgusto. Volvamos a afinar en democracia, será mejor para tod@s. Retomemos la democracia.

viernes, mayo 11, 2012

El error garrafal de UPyD

Lo vengo escribiendo desde hace tiempo. UPyD, el partido inventado por Rosa Díez, antigua militante del PSOE, no podía seguir con esa ambigüedad calculada, a modo de partido transversal, en una España actual que exige, muy al contrario, claras definiciones del modelo a seguir, del paradigma elegido.

El PP, y con él todos y cada uno de los partidos de derecha en sus distintas intensidades, no lo niegan: desean este sistema capitalista, para bien y para mal. En la izquierda, el PSOE, si bien sería deseable que, aquí y ahora, explicitara de una vez que desea cambiar ese paradigma, históricamente suele -con mayor o menor fervor-  apostar por igualdad, libertad y solidaridad, lo cual obviamente no se conseguirá sin un cambio del mentado paradigma. Éste, es atacado de manera más frontal por IU y otras formaciones de izquierda, nacionalistas o no.

Mientras, UPyD, anda escondida en una suerte de centro político que, en realidad y con la distribución actual del electorado, vive sobre todo de votantes socialistas moderados y desilusionados con el PSOE y mucho menos de electores conservadores que no terminan de digerir el votar al PP.

Así las cosas, si UPyD opta, como parece, por propiciar un gobierno de derechas en Asturias, incluso cuando el partido más votado es el socialista, sus cartas estarán ya echadas: perderá muy significativamente los votos progresistas (que, al final, caerán en la cuenta de que el magenta es un color conservador) y lo tendrá muy mal para arrancar los votos necesarios al PP como para subsistir. Error de cálculo, error garrafal. Que, en un partido incipiente como es UPyD, recuerda el suceso de aquel CDS de Suárez que, por razones probablemente muy humanas, tras mostrar una y otra vez el intermitente a la izquierda, giró bruscamente a la derecha, verbigracia, el Ayuntamiento de Madrid.

De manera que la formación UPyD depende exclusivamente de sí misma. Esta sí que es la hora de la verdad para Rosa Díez y sus compañer@s. Se la juegan en Asturias. Ni la dialéctica de su máxima representante, ciertamente loable, podrá doblegar la percepción ciudadana de lo que parece avecinarse.


sábado, mayo 05, 2012

Cinco Estados para una España Federal

Esta tarde he deslizado mi idea a través de la red. El revuelo que ha comenzado a suscitar me lleva a ampliar la propuesta. Otr@s, más duch@ en estos menesteres tan concretos, seguro que desarrollarían con gran tino el boceto.

El actual estado autonómico ha servido, entre otras cosas, para impulsar en general un mejor nivel de vida en la ciudadanía. Pero tod@s sabemos perfectamente que el número abultado de comunidades autónomas viene de aquel acuerdo de los padres constituyentes: café para todos. Y, lo que venía siendo un clamor soterrado en los últimos años, hoy, con esta crisis galopante generada sobre todo por las exacerbaciones y egoísmos miopes del sistema y de una selección de sus actores, entiendo que no debe esperar demasiado para su solución.

Cinco, en efecto, son los Estados que propongo. En tanto que, a mi modo de ver, abarcan sobre todo una fuerte racionalización geográfica y de recursos:

El Estado Central sumaría la Comunidad de Madrid, la Comunidad de Castilla-La Mancha y la parte castellana de Castilla-León.

El Estado del Norte englobaría a León, Galicia, Asturias, Cantabria, Euskadi, La Rioja y Navarra.

El Estado del Sur, tomaría Andalucía, Islas Canarias, Ceuta y Melilla.

El Estado del Este, se constituiría con Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, Murcia e Islas Baleares.

Y el Estado del Oeste, Extremadura, en principio. Con independencia de poder sumar, por acuerdo, ciertas partes fronterizas con Andalucía, Castilla_La Mancha y Castilla-León (parte castellana). Porque la posible incorporación de Portugal a este Estado, naturalmente dependería también de la decisión soberana del pueblo luso.

A partir de esta propuesta, la primera necesidad que surge es la de hacer unos Estados relativamente equilibrados en cuanto a los niveles de vida de sus habitantes. Y, en la coyuntura de nuestros días, creo que esto ya toca porque compete fortísimamente a los recursos, cada vez más escasos. Ahí es nada. Además de que la partición que esbozo conlleva, como puede observarse, una relativa homogeneidad entre los ciudadanos de cada una de las cinco partes de una España federal.

La ¨solución de los cinco¨, asimismo, es perfectamente integrable, a partir de la modificación de la Constitución, en cualquiera de la dos formas de Estado que eventualmente escogieran democráticamente los españoles: la Monarquía Constitucional o la III República Federal Española. Con un nombre adaptado si Portugal se aviniese al proyecto.

Para pensar...