lunes, marzo 26, 2012

La izquierda ha ganado a la derecha. La huelga sube.

Este es el titular que, entiendo, resume bastante la esencia de las elecciones celebradas ayer en Andalucía y Asturias. Cantada la coalición PSOE-IU (entrando esta última o no en el gobierno) para una política descaradamente de izquierdas para los andaluces, y pendientes de algo similar en Asturias si al final no fallan los votos de los emigrantes y si UPyD no se desdijera de aquello de que gobierne el partido más votado, la izquierda ha ganado a la derecha, efectivamente.

La primera derivada de esa victoria es que los ciudadanos empiezan a reaccionar ante el acoso de Rajoy al Estado de Bienestar y a los derechos de los trabajadores. Y lo hacen tan solo tres meses después de estrenarse el PP en el gobierno de la nación. El presidente podrá negar esta causa-efecto, pero él sabe que así es. Por cierto, si lo niega, automáticamente señala a Arenas y compañía como causantes del descalabro.

La segunda derivación de esos resultados es que la huelga general del próximo 29 toma mucha fuerza. Porque, en definitiva, los trabajadores (incluyo, naturalmente, también aquí a una parte notable de los que votan derecha) empiezan a ver con meridiana claridad, tras la virulenta campaña desde la izquierda, la carta blanca que el PP ofrece a los empleadores. Y ven, asimismo, que la política de Rajoy no es incontestable, pierde fuelle, y por tanto es verosimil su frenazo con una multitudinaria protesta el jueves próximo. 

Hay una tercera derivada, no menos importante, de la victoria de la izquierda ayer: se refuerzan los respectivos líderes de PSOE e IU, tanto nacionales como los de las dos autonomías objeto de los comicios. Y esto, en principio, tranquilizará no poco el socialismo español (sobre todo) y la denominada izquierda plural.

Pero existe una cuarta y última derivación directa de las elecciones del domingo: queda claro que la izquierda, dividida, está en flagrante inferioridad respecto a la derecha, con la aplicación de la vigente ley electoral. Y como no está en la agenda del partido gobernante (no sé si el PSOE seguirá negándose también) el cambiarla, la única salida lógica es que la izquierda no nacionalista, de manera proporcional a sus fuerzas respectivas, se presente en una sola lista en la que, obviamente, el PSOE podría tener una visibilidad logotípica, etc., mayor. Pero para esto, todavía ha de llover mucho. Personalmente, tengo la completa seguridad de que, a largo plazo, los datos tozudos de un PP campando sólo en la derecha no nacionalista, terminarán por reconducir a la izquierda a un sólo partido o al menos coalición electoral perenne. Al tiempo...

sábado, marzo 17, 2012

El 25 de marzo, se juega algo más que el gobierno andaluz

El PP ganó el 20 de noviembre por mayoría absoluta. Sin incrementar sus resultados de 2008, sino simplemente capitalizando el desgaste del PSOE debido al empecinamiento de Zapatero en gestionar la crisis con medidas lejanas al ideario socialista, en vez de adelantar las elecciones a junio de 2010. Ahora, sólo tres meses después de iniciarse el gobierno de Rajoy, hay pendientes unas elecciones autonómicas el próximo día 25 en Asturias y Andalucía.

Las primeras, según todas las encuestas aparecidas,  presentan una foto fija del desgaste acelerado del PP en su labor desde Moncloa (una pedrada en la frente de los trabajadores) y en sus deslices como el de las intervenciones callejeras en Valencia y, sobre todo, el copago (multipago, en mi opinión) sanitario en Catalunya. En Asturias, pues, parece que el socialismo le devolverá la moneda al conservadurismo. Y exactamente por el mismo elemento precipitador por el que cayó estrepitosamente el 20N, el mal hacer del gobierno más que el buen hacer propio.

Porque, en estos tres meses, el PSOE sigue desdibujado, a trompicones (aun con un Rubalcaba que merece el reconocimiento de tesón y trabajo), con una semifinal -en realidad- ganada por los rubalcabistas en Sevilla y otra semifinal ganada por Tomás Gómez (no sé si chaconista de verdad o no) en Madrid. Pero con una verdadera final pendiente cuando comience a calentarse el patio socialista. Primero con la Conferencia de este verano en que se dilucidarán ideario y modelo de partido, incluyendo la posibilidad de desaparición de la rancia democracia delegativa y sustituyéndola por la democracia pura directa. Y después y en función de los resultados de dicha Conferencia, con la catarata de acontecimientos que podrían propiciar hasta un congreso federal extraordinario y, en todo caso, con unas primarias a cara de perro por la candidatura a la presidencia del gobierno de la nación. 

Con esta desazón del PSOE en lucha con sus intestinos, lo de Asturias, en efecto, es casi exclusivamente  (sin olvidarse del sin sentido de Cascos) la derivada primera del inexorable plano inclinado en el que el PP se ha instalado al gestionar la crisis en clave conservadora. Lo cual es mucho más coherente con su ideología, por cierto, que lo que hicieron los socialistas desde mayo de 2010 y hasta que dejaron el gobierno del estado, que fue algo contra natura.

Pero, en Andalucía, el gobierno del PSOE-A viene dejando un rastro de falta de credibilidad que, a fin de cuentas, compite al día de hoy con la asimismo tara de crédito del PP y, por tanto, de su representante andaluz, Javier Arenas. La prueba del nueve de esta situación es la clamorosa ausencia del candidato conservador en el debate de Canal Sur. 

Así las cosas, Andalucía parece un punto de inflexión en la política española. Si gobierna Griñán (obviamente con el apoyo de IU), Rubalcaba respira y Chacón tanto o más. Y el PP oficializa su caída sin precedentes, sólo tres meses después de estrenarse en el gobierno.

Pero si el que preside es Arenas, entonces el PP brinca con fuerza y quizás contrarreste en cierta medida el efecto social de la huelga general del próximo 29. Y pierden, no sólo Grinán y todos sus incondicionales, sino Rubalcaba y Chacón. Un lío. Sin desestimar que los propios sindicatos tendrían un caldo de cultivo diferente para el día 29, dependiendo de dichos resultados andaluces.




sábado, marzo 10, 2012

Rebelión para no morir


No estoy deprimido, no. Simplemente quiero esbozar unas ideas acerca de esa línea finísima, divisoria entre nuestra existencia y ese otro concepto absolutamente desconocido por todos y cada uno de los individuos de todas y cada una de las especies del mundo, la muerte. Y lo intentaré conectar con derechos de las sociedades avanzadas como la votación y la manifestación pública. En síntesis, que es más difícil.

En realidad, de la muerte, como del nacimiento, naturalmente no se tiene noticia alguna (por parte del protagonista) ni, por por tanto,  mucho menos atribución de cualquier tipo. No, la muerte es absolutamente opaca, impenetrable, por definición. Por tanto, ¿por qué ese miedo a caer en ella? 

En este sentido, pienso que, en general, lo cierto es que no se tiene miedo a la muerte en sí, sino a la pérdida de la vida. Que no es exactamente lo mismo, claro. Así, suele tenerse un miedo horrible a perder esto que se conoce, y no a llegar a aquello que se ignora de manera total.

Lo cual no deja de ser, en principio, sorpresivo, dado que la inmensa mayoría de la humanidad padece, más que disfruta,  la vida. Pero, ni ricos ni pobres, ni "triunfadores" ni "perdedores" sociales suelen querer morir. Lo normal es que intenten alargar su vivencia hasta donde se pueda.

Luego, si esto es lo que hay que se sepa (con independencia de la fe en otra vida, siempre respetable), parece procedente y de sentido común que la ciudadanía no se contente con dejar a otr@s que le arruine la existencia.

Por todo ello, me parece descorazonador que aún haya gente que se quede en su casa esperando que las cosas se arreglen por sí solas. La vida es corta, y ni existen amos, ni líderes incontestables. Cuando los ciudadanos entienden que están siendo atacados por aquell@s en quienes han delegado el poder,  pueden rebelarse, sin duda alguna. Uno de los métodos es el no votarles en la siguiente oportunidad, e incluso votar a quien más daño les haga. Y otro, que no invalida al anterior, echarse civilizadamente a la calle a protestar. 

Por eso, porque ni estoy muerto, ni deseo que me pastoree nadie en esta vida que es un suspiro, obraré en consecuencia. Me manifestaré, iré a la huelga y votaré  a quien más daño haga a aquell@s que más daño me hacen a mí y, a mi modo de ver, a mis congéneres. O, para mejor decir, a la inmensa mayoría de éstos, porque los hay, como sabemos, que salen altamente beneficiados de la infelicidad cuasi general.

sábado, marzo 03, 2012

El PSOE necesita más democracia


Siempre he sostenido que no hay de verdad libertad sin una notable igualdad, y que tampoco hay posibilidad de igualdad sin al menos una relativa libertad (la entrecomillada del muy imperfecto sistema en que vivimos y soportamos). Desde las primeras elecciones democráticas españolas tras la dictadura franquista, hace tres decenios y medio, libertad y democracia, las dos caras de la misma moneda del ser humano civilizado, han ido progresando, más o menos y con parones y arreones.

Pero, mientras la ideología conservadora, aquí y en cualquier otro lugar del mundo democrático, se da en general por satisfecha con una moderada cantidad y calidad de dichos dos conceptos, desde las coordenadas progresistas de verdad el listón siempre debe quedar más alto. Y ello, por una razón sencilla pero medular: la izquierda nunca entenderá, como esbozo en el arranque de este escrito, que la libertad y la democracia sean profundas sin que la justicia social se incorpore de manera natural a todos y cada uno de los ciudadanos.

Por eso justamente, es desmoralizador que el PSOE, principal partido de la izquierda en nuestro país, propenda en su propia casa a la democracia delegativa, que cuando se envicia lleva a una tara democrática que poco tiene que ver con la buscada profundización de tan preciado concepto. En otras palabras, el socialismo español, en su conducta interna, no anda tan lejos de la derecha liderada por el PP. Sin embargo, ser socialista es, en primer lugar, ser el mayor demócrata. O no se es socialista. Naturalmente,   otras formaciones de la izquierda no se libran de un juicio similar, ni mucho menos, pero hoy me ocupo del PSOE en este punto.

Y lo hago porque acaba de celebrarse el congreso del PSM-PSOE con la revalidación de Tomás Gómez como Secretario General. Pues, como ya tengo escrito antes de dicho evento, aunque los vaivenes ideológicos de Gómez y su forma de gestionar el socialismo madrileño me han llevado a decantarme públicamente por la candidata perdedora, Pilar Sánchez Acera, ambos han sido cooptados en sus carreras. Gómez lo fue por Zapatero en 2007, aunque en 2010 ganó limpiamente unas primarias. Y Sánchez Acera por el equipo de Ferraz, cuartel general de Rubalcaba. Dicho lo cual, me congratula que el congreso que ha elegido hoy a Gómez haya aprobado la democracia directa como método (y espíritu) para futuros comicios internos.

¿En qué cabeza cabe que con esta jaula de grillos dentro del socialismo pueda haber una opción de gobernar? Por mucho canto de sirenas revolucionarias que haya, desde Ferraz, desde Callao (sede socialista madrileña), desde Andalucía (lo hubiera tenido fácil ahora mismo, pero así, imposible..), o desde cualquier otro lugar o federación, el resultado será el mismo: sin credibilidad para millones de ciudadanos, a perder. A perder continuamente, sin crisis o con crisis. A perder. Qué pena para un partido que lo fue todo hace bien poco. Y qué pena, sobre todo, para la mayoría del pueblo español, buena parte de ella desilusionada.