Este es el titular que, entiendo, resume bastante la esencia de las elecciones celebradas ayer en Andalucía y Asturias. Cantada la coalición PSOE-IU (entrando esta última o no en el gobierno) para una política descaradamente de izquierdas para los andaluces, y pendientes de algo similar en Asturias si al final no fallan los votos de los emigrantes y si UPyD no se desdijera de aquello de que gobierne el partido más votado, la izquierda ha ganado a la derecha, efectivamente.
La primera derivada de esa victoria es que los ciudadanos empiezan a reaccionar ante el acoso de Rajoy al Estado de Bienestar y a los derechos de los trabajadores. Y lo hacen tan solo tres meses después de estrenarse el PP en el gobierno de la nación. El presidente podrá negar esta causa-efecto, pero él sabe que así es. Por cierto, si lo niega, automáticamente señala a Arenas y compañía como causantes del descalabro.
La segunda derivación de esos resultados es que la huelga general del próximo 29 toma mucha fuerza. Porque, en definitiva, los trabajadores (incluyo, naturalmente, también aquí a una parte notable de los que votan derecha) empiezan a ver con meridiana claridad, tras la virulenta campaña desde la izquierda, la carta blanca que el PP ofrece a los empleadores. Y ven, asimismo, que la política de Rajoy no es incontestable, pierde fuelle, y por tanto es verosimil su frenazo con una multitudinaria protesta el jueves próximo.
Hay una tercera derivada, no menos importante, de la victoria de la izquierda ayer: se refuerzan los respectivos líderes de PSOE e IU, tanto nacionales como los de las dos autonomías objeto de los comicios. Y esto, en principio, tranquilizará no poco el socialismo español (sobre todo) y la denominada izquierda plural.
Pero existe una cuarta y última derivación directa de las elecciones del domingo: queda claro que la izquierda, dividida, está en flagrante inferioridad respecto a la derecha, con la aplicación de la vigente ley electoral. Y como no está en la agenda del partido gobernante (no sé si el PSOE seguirá negándose también) el cambiarla, la única salida lógica es que la izquierda no nacionalista, de manera proporcional a sus fuerzas respectivas, se presente en una sola lista en la que, obviamente, el PSOE podría tener una visibilidad logotípica, etc., mayor. Pero para esto, todavía ha de llover mucho. Personalmente, tengo la completa seguridad de que, a largo plazo, los datos tozudos de un PP campando sólo en la derecha no nacionalista, terminarán por reconducir a la izquierda a un sólo partido o al menos coalición electoral perenne. Al tiempo...