Como nos recuerda Rousseau, hay una gran diferencia entre la democracia directa, en la que el pueblo todo hace sus propias leyes, y la democracia y gobierno representativos, donde las leyes las crean los representantes elegidos por el pueblo.
Tan es así que, en realidad, a partir de las revoluciones inglesa, norteamericana y francesa -como ilustra Bernard Manin, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Nueva York- comienza lo que hoy denominamos democracia representativa asentándose en un sistema de instituciones que no era considerado, en sus principios, como forma de democracia o de gobierno del pueblo. Y ya en nuestros días, se entiende que la democracia representativa es una forma, indirecta, esto sí, del mentado gobierno del pueblo.
Por tanto, aquella ocurrencia de Churchill de que la democracia representativa es el menos malo de los sistemas, necesita de cierta matización importante. Porque el político inglés podría tener razón a condición de que se cumpla un par ineludible de condiciones. Una, que el equilibrio de poderes del barón de Montesquieu sea algo real, más que cuasi formal. La otra (que es la que interesa aquí, pero vinculada a la anterior), que los elegid@s no se desvinculen de los electores durante los varios años de duración de la legislatura, esto es, que no incumplan clamorosamente el programa por el que fueron elegid@s. Que no mientan al pueblo justamente en las razones por las que el pueblos les ha escogido a ell@s en vez de a otr@s.
Desde hace más de medio año, en este blog, hablo de rebelión -democrática, legal, legítima, no violenta, como no podría ser de otra manera, para no sucumbir ante los recortes- y de la pérdida de la mayoría social por parte del gobierno sustentado por el Partido Popular. Y de que el referéndum es una de las dos soluciones para este inmenso atasco actual. La otra solución es el adelanto electoral, que podría muy bien complementar a la primera, en función del resultado de ésta.
Desde hace más de medio año, en este blog, hablo de rebelión -democrática, legal, legítima, no violenta, como no podría ser de otra manera, para no sucumbir ante los recortes- y de la pérdida de la mayoría social por parte del gobierno sustentado por el Partido Popular. Y de que el referéndum es una de las dos soluciones para este inmenso atasco actual. La otra solución es el adelanto electoral, que podría muy bien complementar a la primera, en función del resultado de ésta.
La consulta directa al pueblo, en una situación como la de hoy en nuestro país, pondría en valor la democracia indirecta, representativa. Porque el referéndum es cuasi democracia directa, es sin duda y al menos semi-directa. Y si no hay consulta, se produciría un auténtico enrocamiento del gobierno, con todas sus nefastas consecuencias sociales. La propia moción de confianza utilizando una mayoría parlamentaria lejos ya de la mayoría social, sería un fuego de artificios y no arreglaría nada. Como tampoco un simple cambio de caras en el consejo de ministros para seguir por la senda de los recortes.
Con el referéndum, en fin, el PP estaría en situación de contrastar si la mayoría ciudadana entiende o no que estamos ante un fiasco democrático, entre otras cosas. El referéndum y/o elecciones adelantadas, por ello y además, no sólo serían positivas para el país sino asimismo para el partido hoy en el gobierno de la nación, que se encuentra en un peligroso plano inclinado.
En democracia, cuanto más se vote, mejor. Y más consulta directa, siempre es más democracia. Porque la democracia representativa, no lo olvidemos, debe tener ese ineludible complemento durante la travesía de la legislatura y cuando los hechos tozudos muestran que el país va mal.