domingo, septiembre 16, 2012

El referéndum, valedor de la democracia

Como nos recuerda Rousseau, hay una gran diferencia entre la democracia directa, en la que el pueblo todo hace sus propias leyes, y la democracia y gobierno representativos, donde las leyes las crean los representantes elegidos por el pueblo.

Tan es así que, en realidad, a partir de las revoluciones inglesa, norteamericana y francesa -como ilustra Bernard Manin, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Nueva York- comienza lo que hoy denominamos democracia representativa asentándose en un sistema de instituciones que no era considerado, en sus principios, como forma de democracia o de gobierno del pueblo. Y ya en nuestros días, se entiende que la democracia representativa es una forma,  indirecta, esto sí, del mentado gobierno del pueblo. 

Por tanto, aquella ocurrencia de Churchill de que la democracia representativa es el menos malo de los sistemas, necesita de cierta matización importante. Porque el político inglés podría tener razón a condición de que se cumpla un par ineludible de condiciones. Una, que el equilibrio de poderes del barón de Montesquieu sea algo real, más que cuasi formal. La otra (que es la que interesa aquí, pero vinculada a la anterior), que los elegid@s no se desvinculen de los electores durante los varios años de duración de la legislatura, esto es, que no incumplan clamorosamente el programa por el que fueron elegid@s. Que no mientan al pueblo justamente en las razones por las que el pueblos les ha escogido a ell@s en vez de a otr@s.

Desde hace más de medio año, en este blog, hablo de rebelión -democrática, legal, legítima, no violenta, como no podría ser de otra manera, para no sucumbir ante los recortes- y de la pérdida de la mayoría social por parte del gobierno sustentado por el Partido Popular. Y de que el referéndum es una de las dos soluciones para este inmenso atasco actual. La otra solución es el adelanto electoral, que podría muy bien complementar a la primera, en función del resultado de ésta.

La consulta directa al pueblo, en una situación como la de hoy en nuestro país, pondría en valor la democracia indirecta, representativa. Porque el referéndum es cuasi democracia directa, es sin duda y al menos semi-directa. Y si no hay consulta, se produciría un auténtico enrocamiento del gobierno, con todas sus nefastas consecuencias sociales. La propia moción de confianza utilizando una mayoría parlamentaria lejos ya de la mayoría social, sería un fuego de artificios y no arreglaría nada. Como tampoco un simple cambio de caras en el consejo de ministros para seguir por la senda de los recortes.

Con el referéndum, en fin, el PP estaría en situación de contrastar si la mayoría ciudadana entiende o no que estamos ante un fiasco democrático, entre otras cosas.  El referéndum y/o elecciones adelantadas, por ello y además, no sólo serían positivas para el país sino asimismo para el partido hoy en el gobierno de la nación, que se encuentra en un peligroso plano inclinado.

En democracia, cuanto más se vote, mejor. Y más consulta directa, siempre es más democracia. Porque la democracia representativa, no lo olvidemos, debe tener ese ineludible complemento durante la travesía de la legislatura y cuando los hechos tozudos muestran que el país va mal.



sábado, septiembre 01, 2012

La credibildad en política

Desde hace más de medio siglo, el concepto de imagen viene siendo estudiado, diseccionado, analizado en sus elementos más importantes, los que más pesan en la conducta política de los ciudadanos. Singularmente las universidades han sido y siguen siendo centros de investigación sobre estos menesteres. Al principio, sobre todo, en las norteamericanas (Columbia, Chicago...) y después en las más señeras de otros países desarrollados, fundamentalmente europeos. 

Así, a través de una ingente cantidad de investigación empírica al respecto, tanto de campo como de laboratorio, poco a poco se ha ido perfeccionando, profundizando en este concepto crucial para la vida política -y para cualquier conducta humana-, la imagen. Porque la imagen no es otra cosa que un definido conjunto de características que alguien atribuye a algo/alguien en un momento dado. Y esas características no se asignan sin causa alguna. Todo lo contrario, obedecen al aprendizaje y socialización del individuo a lo largo de su vida, con especial importancia en la niñez y pubertad.

Y es que, desde la infancia, se aprende (sobre todo desde la familia, que intenta , con  su mejor intención, cooptar toda percepción del niño/a) a asignar y a valorar (aquí estaríamos ante una actitud) esas asignaciones. Y de esta manera, el niño(a)/adolescente percibe todo lo que le rodea en orden a esas predisposiciones emanadas esencialmente -sin olvidar las instituciones educativas, que la familia asimismo querrá fiscalizar- de ese citado grupo primario de pertenencia, el núcleo familiar. En este sentido, una imagen es el automatismo inmediato de una percepción, es una percepción. Y, consiguientemente, se tienen imágenes y se valoran desde la niñez.

Pues bien, dicho todo esto (sintetizado al máximo), las mentadas investigaciones, fiables de todo punto en razón, entre otras cosas, de su repetición y coincidencia de resultados, arrojan lo siguiente en lo concerniente a la imagen: ésta es divisible en tres grandes factores que son los elementos fundamentales de la imagen: credibilidad, atracción y poder.

El primero de ellos, la credibilidad, es con  mucho el de mayor peso en general. Y es divisible, a su vez, en tres subfactores que, previa aplicación de análisis factorial, saturan en un alto porcentaje la varianza de dicha credibilidad; esto es, que son los de mayor importancia de tal credibilidad:

a) Competencia, capacidad, preparación
b) Fiabilidad ética
c) Eficacia social

Y, los dos últimos (b, c) queda evidenciado por la tozudez de los datos que suelen correlacionar muy positivamente con la intención de voto del ciudadano(a). Es decir que, para una fiabilidad ética y eficacia social altos percibidos por el público al que trata de alcanzar una formación política, la intención de voto hacia esa formación se fortalece. Y todo lo contrario si esos dos subfactores de la credibilidad se  perciben bajos.

Todo lo cual nos permite aseverar con rotundidad que, en el mundo político, los líderes y sus partidos han de sujetarse a estas premisas si desean satisfacer las expectativas de sus respectivos electorados. Precisamente porque esto no sucede tan a menudo como sería de desear, hay debacles electorales. Tómese el país que se desee con democracia representativa y los ejemplos serán muy numerosos, sin duda alguna. En España, ahora y aquí, para qué matizar y señalar, verdad? Ya lo hago diariamente en la red social con tweets y similares.

Podríamos hablar mucho de este tema, claro.

Gracias por la lectura.